Santiago & Luís Auserón: Las Malas Lenguas

Disco: Las Malas Lenguas
Autor: Santiago & Luís Auserón
Sello: DRO-Atlantic
Año: 2006

He de confesar que pocas cosas han despertado del letargo del escepticismo a mi melómana curiosidad como este disco, ¡¡¡ un disco de versiones ¡!!, que tengo entre mis manos desde prácticamente su gestación y que ha ido en aumento a medida que se han ido desvelando los pormenores de su contenido, ya esbozado en la gira del año pasado.

Seguramente resultaría prolijo transmitir esa sensación si no fuera por la pública devoción que uno siente por la metafísica, tan contradictoriamente tangible e inteligente, que la mente de Santiago Auserón suele procrear, el síndrome, convertido en decepción, que supuso no poder disfrutar de la citada gira, y por la concordancia en el gusto (sería vanidoso decir buen gusto) al elegir semejante pléyade de clásicos del soul, el blues y el rock and roll tocados por la varita de la genialidad y tan alejados del concepto generacional y musical que compartimos en los 80.

Obviaré los avatares de mi impaciencia por conseguir la obra y evitar que me la cuenten completa, soy consciente de mi vulnerabilidad ante las influencias externas y prefiero dejarme guiar por mi instinto, pero, no obstante, desde hace ya un tiempo mis oídos han ido calentando motores con "Las malas lenguas", que da título al disco y ha sido elegido como primer single y que no es sino una sensacional recreación del "I heard it through the grapevine" del inigualable Marvin Gaye, a la que la voz de Santiago le otorga rango de elegancia mientras que Luis nos evoca con el sonido de su bajo los tiempos de "El canto del gallo" o "37 grados". No es mal comienzo en cualquier caso, ideal para ir superando de manera progresiva el prejuicio de la comparación.

No menos sugerente es el segundo corte, nada más y nada menos que el "Set me free" de los Kinks, que a pesar de gozar de personalidad propia como "Suéltame", mantiene la cadencia (... para enredarme/en laberintos otra vez/yo no necesito a nadie/que me apaño solo muy bien ...) y el glamour con los que el genio de Ray Davies la dotó en el mítico single hace 30 años.

Si no fuera porque ambas conservan el inconfundible sello de calidad de sus autores, "Balada de un tipo flaco" ("Ballad of a thin man", Bob Dylan) y el "Hotel del dolor" ("Heartbreak Hotel", Elvis Presley arreglado por John Cale), resultan tan creíbles que bien podrían tener cabida en cualquier disco de Juan Perro, de hecho la revisión de la letra y el peculiar deambular del ritmo recuerdan algunos pasajes de "Cantares de vela" sin ir más lejos, sin que por ello pierdan ni su vigencia ni su excepcionalidad. A estas alturas de audición, a pesar de la reiteración en mi referencia, los "impuros" recuerdos del pasado son historia, he conseguido abstraerme de la identidad de esos tipos que salen indemnes del atrevimiento.

Es quizá, en los temas de rock and roll puro y duro, donde el disco alcanza su mayor cenit, lo cual no deja de sorprender, más que nada por el antagonismo latente entre aquel y el pop que nos vendieron. No siempre estoy de acuerdo con el tópico de que la música habla un lenguaje único y universal, pero el conocimiento de la materia que demuestran los Auserón, apoyados por las excelentes guitarras de Diego García ¿?, hace que empiece a tener dudas razonables y es que los temas elegidos no son de despreciar: "You never can tell" ("¿Quién lo iba a suponer") y "Summertime blues" ("Tristeza de verano") de los maestros Chuck Berry y Eddie Cochran respectivamente, ahí es nada. Sigue la sesión sin tener que lamentar ningún tipo de destrozo.

No podía faltar el blues en esta amalgama de estilos, magníficamente representado por "I put a spell on you" ("Por un hechizo" del histriónico Screamin´ Jay Hawkins), no es descabellado decir que estamos ante una de las mejores versiones que se han hecho (con permiso de la de los Creedence, por supuesto) y la siempre estremecedora "Love in vain" ("Amor en vano") de uno de los padres del género el mítico Robert Johnson, que preserva intacto, de su versión original, el desgarro que provocan las despedidas en una estación de tren y, además, despeja definitivamente mis dudas acerca del citado lenguaje único, es lo que tienen las buenas canciones.

Hay espacio, igualmente, para mover de manera compulsa el cuerpo a ritmo de soul con el par de piezas incluídas, a saber, el "Hard to handle" ("Duro de pelar") de Otis Redding con unos arreglos que emanan espontaneidad y frescura por los cuatro costados y "Papa´s got a brnad new bag" ("Papá se ha puesto a bailar"), del mejor James Brown que bien podrían alegrarnos alguna velada el próximo verano, lo cual visto lo visto, va a ser pedir demasiado.

No son nuevos los Troggs ni en la cabeza ni en el repertorio de los Auserón, queda para la posteridad el impacto que causó en los atónitos asistentes la versión del "I can´t control myself" (por supuesto castellanizada como "No me puedo controlar" en honor a la literalidad y a Los Salvajes) que hicieron en la Fiesta del Diario Pop del 89 acompañando a El Último de la Fila y debidamente puesta a buen recaudo por la grabadora de algún avispado ... aquí le toca el turno al celebérrimo "Wild thing" ("Me pones loco"), uno de los mayores hits de aquellos, un dechado de sencillez que lo dice todo y que la banda maneja a su antojo para alcanzar otro de los puntos álgidos del álbum. Espléndida.

Para cerrar, nada mejor que un guiño a la Velvet Underground con "Ya es domingo" ("Sunday Morning") o de cómo plasmar la visión alucinógena dominguera de los señores Lou Reed y John Cale con aires de chanson ... sin duda la más libre recreación de todo el disco.

Se quedan en el tintero, entre otras, "Soul love" de Bowie, "Street figthin man" de los Stones, el "Heart of gold" de Neil Young o "By this river" de Brian Eno que, por una u otra causa han sido grabadas pero desechadas, duro varapalo para mi ínclita curiosidad y, a la vez, clara incitación a reincidir en lo que tan buen sabor de boca me ha dejado.

Una vez reseñado de manera subjetiva el contenido y dejando al margen la debilidad descrita en la cabecera, cuesta encontrar un epílogo a un disco atípico como éste, la pureza ética aconseja no computar los discos de versiones (adaptaciones, dicen en la caja boba), en los debes de los artistas, pero, como contrapartida, no sería justo ni coherente no resaltar la impecable facturación (y producción) del mismo, la naturalidad con la que Santiago y Luis asumen el riesgo en un campo minado de malas lenguas que recurrirán a la falta de originalidad, la plena forma, no solo sónica, que parecen atravesar y, por supuesto, la valentía de mostrar a profanos y no profanos y sin ningún tipo de rubor un muestrario de perlas como este, con su inconfundible toque personal de artistas pop y a la vez respetando las reglas esenciales con las que fueron escritos los temas en lengua ajena, lo cual no hace sino corroborar una dificultad que resuelven, a mi juicio, con notable alto.

Cuento, por propia experiencia inicial, con que inevitablemente surgirán las comparaciones, pero, aún a expensas de esto, no me parece aventurado augurar que se le concederá el respeto que merece, si es que procede denominarlo así, la idea con el que fue concebido, algo único, independiente y, probablemente, irrepetible, lo malo es que eso no siempre es sinónimo de éxito, la línea que separa los préstamos de la cleptomanía es demasiado fina y ésta, no está todavía muy bien vista en esto de la música.

Tracklist:

01. Las malas lenguas
02. Suéltame
03. Duro de pelar
04. Balada de un tipo flaco
05. Quién lo iba a suponer
06. Hotel del dolor
07. Amor en vano
08. Papá se ha puesto a bailar
09. Tristeza de verano
10. Por un hechizo
11. Me pones loco
12. Ya es domingo

Por Aurelio Sánchez.

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